viernes, 7 de mayo de 2010

Segundo trasplante de cara en España


La reacción más inmediata de Rafael cuando vio por primera vez en el espejo su cara nueva fue decir: "Soy yo". Rafael, sevillano de 34 años, recibió ayer el alta del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde permanecía ingresado desde el pasado 25 de enero, cuando fue sometido a un trasplante de cara para paliar los efectos de una enfermedad congénita (neurofibromatosis tipo 1) que le había ido deformando poco a poco.
Sabía que era el primer paciente trasplantado de rostro en España que iba a mostrar el resultado de la operación y confesó a los médicos que los nervios apenas le habían dejado dormir la noche anterior. Las primeras palabras fueron de agradecimiento a la familia del donante. "Gracias a esa donación yo he podido cumplir mi sueño", dijo.
Hace poco más de tres meses que le extirparon los tejidos enfermos de los dos tercios inferiores de su cara, desde los ojos al cuello, además de la musculatura del rostro, las glándulas salivares y los nervios que le permitirán mover con normalidad los labios.
Rafael puede ya vivir fuera del hospital, pero durante un tiempo tendrá que acudir diariamente a rehabilitación. "Le quedan varios meses", advirtió Tomás Gómez Cía, director de la Unidad de Gestión Clínica de Cirugía Plástica y Grandes Quemados del hospital Virgen del Rocío de Sevilla y coordinador de la operación. Los médicos creen que dentro de tres meses habrá recuperado "completamente" la movilidad de la lengua, la sensibilidad del rostro y podrá comer "con normalidad". Algo más tardará en abrir y cerrar bien los labios y los facultativos esperan que vaya bajando "poco a poco" la inflamación que ahora presenta su rostro. "En un año la cara estará prácticamente normal", predijo Juan David González, director de la unidad Maxilofacial, que cada día aprecia nuevos avances en la rehabilitación del enfermo. "Ya siente el tacto en los labios y en las mejillas. Ya siente frío y calor. Ayer le apreté el labio más fuerte de lo normal y dijo 'ayyyy'. Una exclamación de dolor". Rafael también se ha acostumbrado a afeitarse, una actividad que antes no estaba en su rutina porque la enfermedad no dejaba que brotara la barba.

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